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Breve y Triste Historia del Periodismo Moderno

Hace tiempo, mucho tiempo, en una nación lejana, un grupo de  héroes/villanos dio al periodismo lo que necesitaba para expandirse más allá de los círculos intelectuales.

Pensaron (y no mal pensado, en principio) que para que se vendieran más periódicos había que bajar el precio de los periódicos, de tal forma que un obrero pudiera permitirse leer la prensa diariamente. El problema venía una vez planteada la idea: «¿cómo bajamos el precio sin perjudicar a nuestro beneficios?», se preguntaban los directores de los periódicos.

Entonces, como caída del cielo, llegó su salvadora… Vestida de verde y con una S partida en su pecho. Sí, amigos, era la Economía de Mercado, más conocida como Miss Money…

Cuando llegó a las redacciones trajo consigo muchas mejoras. La información cada vez iba creciendo en calidad, ya que disponían de una mayor cantidad de recursos humanos, técnicos y financieros, y todo gracias a ceder un trocito de página a las empresas para promocionarse. En definitiva, todos contentos: los directores de periódico (ahora empresarios) contentos, ya que veían inflar sus bolsillos; las empresas publicitadas contentas, ya que gracias a la publicidad la gente consumía más cantidad de su producto; y los trabajadores, también contentos, ya que trabajaban más cómodamente que antes y manteniendo sus salarios (sino incrementándose).

Sin embargo, nada es eterno, y no mucho más tarde llegarían los problemas. Un buen día Miss Money exigió más espacio en las páginas del periódico, todo ello bajo la amenaza de cortar el grifo sino les obedecían. «Bueno, siempre podemos ampliar el número de páginas», se decían los redactores, porque ya se habían hecho tanto a la presencia de Miss Money que no se veían sin ella. El incremento en el número de páginas, sin embargo, dependería mucho del grado de codicia del director del periódico. Muchos periódicos parecían ya un folleto de ofertas…

Unos años más tarde Miss Money dio su segundo puñetazo y exigió a los periódicos participar en su capital, con la finalidad de asegurar su «flujo publicitario», de tal forma que ya no sólo decidía los ingresos del medio, sino también decidía sobre la información. Ahora publicar información contraria a los objetivos, imagen e intereses de las empresas (contrarias a Miss Money) estaba prohibido, nuevamente bajo amenaza de cortar el grifo si se incumplía esta norma. «¿Pero eso es censura, no?» se preguntaron los redactores. «No, es la línea editorial, y hay que seguirla», se autoconvencían los redactores, «además, siempre podemos publicar otras informaciones para llenar las páginas». Eran ya tan adictos a Miss Money que ya era imposible desengancharse. Por supuesto, los ingresos por publicidad se redujeron, tanto por la «nueva dirección» como por eliminar a la competencia de sus hojas, de tal forma que la solución para obtener beneficios fue «apretarle las tuercas» a los trabajadores: más trabajo por menos dinero. La feliz-fórmula de antaño parecía que ya no funcionaba tan bien…

Machacado a golpes por Miss Money, esta no necesito de un golpe de gracia para acabar con él… Fue él mismo el que se suicidó… Decidió, ahora que Miss Money le controlaba, unirse a otros «salvadores» para intentar mantener la dignidad del periodismo, y formar grupos de medios para poder mantener el nivel de gastos. La jugada, económicamente, salió bien, los beneficios podían mantenerse… pero a costa de un periodismo plural y objetivo… Ahora toda la información la crearían dos o tres «salvadores», homogeneizando la información y atentando al pilar maestro del periodismo: la difusión de una información transparente, no sesgada, y la creación de corrientes de pensamiento crítico con el resto de poderes.

Se puede decir que hoy el periodismo es, sin duda alguna, el puto de Miss Money, manteniéndola erecta por un poco de su dinero. Parece ser, sin embargo, que hoy hay otras vías para mantener vivo un periodismo libre, como Internet… Esperemos que tarde mucho en infectarse…

Tiempos Extraños

7:45 am. Suena el despertador. Intenta, por todos los medios, levantarse cinco minutos más tarde, pero su propia conciencia (más bien, el miedo) le obliga a levantarse para no llegar tarde al trabajo.

Lo de siempre: higiene rápida, café y tostadas, leer el diario que él mismo escribe y correr al autobús, no vaya a ser que lo pierda y reaparezca ese miedo que le levantó por la mañana.

8:53 am. Llega al trabajo, siete minutos antes… tiempo suficiente para preparar las noticias en el ordenador… básicamente, las de la única fuente contratada por el medio (que hay crisis, y hay que ahorrar) y la Wikipedia… no vaya a ser que no entienda alguna cosa… Si el jefe le ve preparado todas las mañanas, piensa él, le tendrá estima y le renovará el contrato, y no volverá a tener miedo al levantarse.

Ocho horas después, sobre las cinco de la tarde, el jefe tiene compasión de él y le deja diez minutos para descansar y echar algo al estómago, que todavía lo tiene vacío… Menú estándar: bebida, patatas y hamburguesa. Siete euros, casi el 2,5% de lo que cobra, pero eso ahora él no lo piensa, el sólo tiene hambre.

Casi sin terminarse las patatas, vuelve a la redacción… El jefe, en tono comprensivo, le comenta que su artículo no se ajusta a la línea del periódico y que hay que revisarlo, además de terminar las otras cinco noticias que le quedan para acabar. Si hay suerte, saldrá a las nueve de la tarde…

21:45 pm. Acaba de salir del trabajo. Está cansado. Declina la oferta de sus amigos, los de toda la vida, para tomar algo. Prefiere cenar, estar un poco con su pareja y acostarse pronto, que mañana tiene que volver a madrugar.

22:30 pm. Cruza la puerta de su casa y le recibe su pareja llorando desconsolada… «¿Qué pasa?», le pregunta él. «Me han despedido del trabajo… Dicen que no doy con el perfil que ellos buscan, que quieren a alguien más activo… ¡¿Pero quién puede ser más activo que yo, trabajando más de diez horas de lunes a lunes?!, le responde entre sollozos.

Desconcertado, él le replica… «Tú, por lo menos, ya no tendrás miedo»…