Posts Tagged ‘ economía ’

Reflexión 1 (S.E.M.) – Una educación enferma

Viendo la educación que tenemos en España cuesta creer que esto sea un «logro» de la socialdemocracia. Si bien es cierto que las posibilidades de cursar han dejado ser privilegio de una élite y se ha extendido a toda la población, precisamente, uno de los factores del declive en la calidad educativa ha sido esa misma ventaja: una masificación de la educación. Si bien podemos decir que los estudios (y especialmente los universitarios) son un foro para el cuestionamiento de las ideas preconcebidas y el debate, parece que el sistema educativo actual no logra la génesis para darse tales circunstancias, es decir, conseguir la motivación del alumno a que «investigue» por su cuenta. Lo único que está consiguiendo la educación actual es, más bien, crear una especie de «ejército socio-ideológico», homogéneo (casi uniformado), en donde ya no hay una creación de una identidad propia diferenciada de cada uno individualmente considerado, sino que las diferencias entre todos cada vez son más reducidas. Casi asusta pensar que lo escrito por Aldous Huxley pudiera tener una aplicación real, pero es que tendemos a eso.

Unida a la masificación de la enseñanza hay que añadir los límites económicos a los que está expuesta. Que Estados Unidos tenga la mejor formación universitaria (en líneas generales) de todo el mundo no algo casual, sino fruto de una gran inversión en educación e innovación (I+D+i), que en definitiva es el verdadero futuro de las sociedades. Intentar educar con un cierto nivel de exigencia a 100 alumnos por clase (si no son más) no sólo requiere un coste significativo en recursos económicos (equipos, materiales, etc.), sino también en recursos docentes y humanos, tanto en planes adecuados a tal capacidad como equipos de profesorado que busquen una mayor personalización de la enseñanza en cada uno de los alumnos. Esto es algo que por supuesto en España no se da con mucha frecuencia, y menos si vamos a las instituciones públicas, lo que provoca dos efectos perniciosos de cara a la estabilidad del Estado. Primero, no se generan profesionales adaptados al tiempo que corre, ya que mantener una docencia con tan pocos recursos para tanta gente implica sólo una salida: imponer la educación (el corta-pega intelectual), de tal forma que no evoluciona el pensamiento científico y, si este evoluciona, es interferido por elementos ajenos a la educación, tales como empresas o instituciones privadas que limitan el conocimiento a los ámbitos que están acordes a sus fines propios, lo que conlleva que no avance la sociedad, ni material ni intelectualmente. En segundo lugar, la no personalización de la educación conlleva necesariamente una falta de motivación a la investigación y fracasos educativos, debido a las dudas no resueltas que el alumno pueda tener sobre un tema en concreto y que le generen «lagunas» de conocimiento que le impidan superar las materias (más bien los exámenes, a los cuales me referiré ahora), provocando un coste execrable a las arcas del Estado, que tiene que volver a financiar las matrículas del alumno hasta que supere los estudios.

Por otro lado, reducir la evaluación de todos los conocimientos adquiridos por el alumno a una hora y media de examen es un sistema, no sólo injusto, tanto por el hecho del esfuerzo del alumno como en su posterior calificación subjetiva por el profesor, sino obsoleto, ya que, en una sociedad donde el Conocimiento está a un alcance accesible e inmediato para toda la población, es difícil entender que sea necesario para los profesionales «engullir» las materias aprendidas para reproducirlas en el futuro profesional. De hecho, si algo es común a los profesionales universitarios es que cada uno ha tendido hacia las áreas del conocimiento que le han interesado (bueno, los que pueden…), y la mayoría de conocimientos adquiridos en la carrera resultan inútiles para su aplicación en la vida diaria. Bien es cierto que no quiero afirmar que tenga que desaparecer una base teoría «global», pero debería fomentarse la participación del alumno y su independencia educativa/investigadora, y no someterle a pruebas de nivel inútiles y cuya calificación puede llegar a ser totalmente arbitraria por el profesor.

En definitiva, sólo se requieren dos mejoras, aunque determinantes, en la educación española: uno, la educación debe tratar a los alumnos como personas y no como números, es decir, es necesario entender las inquietudes intelectuales de cada alumno individualmente considerado y facilitar la investigación propia de cada uno, eso sí, sin caer en un individualismo educativo que impida la formación del alumno en el verdadero sentido del ámbito universitario: la construcción de una identidad compartida. Dos, es necesario invertir más recursos en la educación (humanos, materiales y fiscales) y limitar los excesos tanto de profesores (su intolerancia, su injusticia) como de los alumnos. En estos últimos, sería aconsejable establecer una serie de exigencias para poder proseguir con su formación, por ejemplo, la superación de una serie de créditos por año o la presentación de una serie de investigaciones (serias, no trabajitos de diez hojas) por año académico, pero todo ello teniendo en cuenta las circunstancias personales de cada uno.

Breve y Triste Historia del Periodismo Moderno

Hace tiempo, mucho tiempo, en una nación lejana, un grupo de  héroes/villanos dio al periodismo lo que necesitaba para expandirse más allá de los círculos intelectuales.

Pensaron (y no mal pensado, en principio) que para que se vendieran más periódicos había que bajar el precio de los periódicos, de tal forma que un obrero pudiera permitirse leer la prensa diariamente. El problema venía una vez planteada la idea: «¿cómo bajamos el precio sin perjudicar a nuestro beneficios?», se preguntaban los directores de los periódicos.

Entonces, como caída del cielo, llegó su salvadora… Vestida de verde y con una S partida en su pecho. Sí, amigos, era la Economía de Mercado, más conocida como Miss Money…

Cuando llegó a las redacciones trajo consigo muchas mejoras. La información cada vez iba creciendo en calidad, ya que disponían de una mayor cantidad de recursos humanos, técnicos y financieros, y todo gracias a ceder un trocito de página a las empresas para promocionarse. En definitiva, todos contentos: los directores de periódico (ahora empresarios) contentos, ya que veían inflar sus bolsillos; las empresas publicitadas contentas, ya que gracias a la publicidad la gente consumía más cantidad de su producto; y los trabajadores, también contentos, ya que trabajaban más cómodamente que antes y manteniendo sus salarios (sino incrementándose).

Sin embargo, nada es eterno, y no mucho más tarde llegarían los problemas. Un buen día Miss Money exigió más espacio en las páginas del periódico, todo ello bajo la amenaza de cortar el grifo sino les obedecían. «Bueno, siempre podemos ampliar el número de páginas», se decían los redactores, porque ya se habían hecho tanto a la presencia de Miss Money que no se veían sin ella. El incremento en el número de páginas, sin embargo, dependería mucho del grado de codicia del director del periódico. Muchos periódicos parecían ya un folleto de ofertas…

Unos años más tarde Miss Money dio su segundo puñetazo y exigió a los periódicos participar en su capital, con la finalidad de asegurar su «flujo publicitario», de tal forma que ya no sólo decidía los ingresos del medio, sino también decidía sobre la información. Ahora publicar información contraria a los objetivos, imagen e intereses de las empresas (contrarias a Miss Money) estaba prohibido, nuevamente bajo amenaza de cortar el grifo si se incumplía esta norma. «¿Pero eso es censura, no?» se preguntaron los redactores. «No, es la línea editorial, y hay que seguirla», se autoconvencían los redactores, «además, siempre podemos publicar otras informaciones para llenar las páginas». Eran ya tan adictos a Miss Money que ya era imposible desengancharse. Por supuesto, los ingresos por publicidad se redujeron, tanto por la «nueva dirección» como por eliminar a la competencia de sus hojas, de tal forma que la solución para obtener beneficios fue «apretarle las tuercas» a los trabajadores: más trabajo por menos dinero. La feliz-fórmula de antaño parecía que ya no funcionaba tan bien…

Machacado a golpes por Miss Money, esta no necesito de un golpe de gracia para acabar con él… Fue él mismo el que se suicidó… Decidió, ahora que Miss Money le controlaba, unirse a otros «salvadores» para intentar mantener la dignidad del periodismo, y formar grupos de medios para poder mantener el nivel de gastos. La jugada, económicamente, salió bien, los beneficios podían mantenerse… pero a costa de un periodismo plural y objetivo… Ahora toda la información la crearían dos o tres «salvadores», homogeneizando la información y atentando al pilar maestro del periodismo: la difusión de una información transparente, no sesgada, y la creación de corrientes de pensamiento crítico con el resto de poderes.

Se puede decir que hoy el periodismo es, sin duda alguna, el puto de Miss Money, manteniéndola erecta por un poco de su dinero. Parece ser, sin embargo, que hoy hay otras vías para mantener vivo un periodismo libre, como Internet… Esperemos que tarde mucho en infectarse…