Reflexión 2 (S.E.M.) – El drama del I+D+i español

Muchas veces, entre la gente de mi generación, se nos oye decir públicamente aquella consigna que las instituciones se toman a la ligera: “si somos el futuro, ¿por qué nos dais por culo?”. Superando las connotaciones homófobas que puedan tener (aunque yo siempre he pensado que es mejor no tomarse todo lo que se dice al pie de la letra) la verdad es que, si algo caracteriza a nuestra generación, es que somos una generación que va a tener que soportar la “losa en la espalda” de no haber hecho bien las cosas en su momento.

Somos una generación frustrada: siendo la generación más preparada en toda la historia española, vamos a tener menos oportunidades de desarrollarnos profesionalmente que nuestros padres y, seguramente, menos también que nuestros hijos. Esto sin duda se debe a la propia ineficacia de los políticos de “este nuestro país” a la hora de tomar decisiones: “¿para qué pensar en futuro cuando podemos pensar en las próximas legislativas?”. Muy respetable, sin duda, que busquen señores su beneficio, para eso han llegado hasta “allí arriba”, pero no revistan su dialéctica con discursos pro-democráticos, cuando lo último que están haciendo es precisamente eso: democracia.

Nosotros los jóvenes nos quejamos de la falta de competitividad española (en el buen sentido); nos quejamos de estar a la cola, no sólo a la hora de emprender, sino también en inversión estatal, dos cosas que nos permiten desarrollar “nuestro conocimiento”. Según los últimos datos estadísticos, y después de los recortes y traslado de capitales en Innovación (sobre todo, hacia la industria armamentística), en total España invierte en torno al 1,37% del PIB en “futuro” (en I+D+i), justo por detrás de “grandes economías” como la República Checa o Luxemburgo, muy por detrás de la media europea (1,8% aprox.) y vergonzantemente por detrás de Suecia o Finlandia (con una inversión de más del 3%) [FUENTE EUROSTAT]. Parece que esa frontera del 3% planteada por la U.E. en la Estrategia de Lisboa está todavía muy lejana, pero más lejana estaría si además examináramos con más detenimiento la propia inversión española, ya que seguramente nos daríamos cuenta que se falsean datos y que, realmente, poco es lo que realmente innovamos los españoles (sólo hay que ver el número de patentes españolas con respecto a otros países de la U.E.) y, lo poco que hacemos, se concentran en tres o cuatros grandes empresas.

De todos modos, no vamos a cargar las culpas únicamente a la clase política, nosotros también tenemos parte de culpa, no sólo por elegir a los políticos que nos representan (eso daría para un debate largo y tendido), sino también por nuestra carencia de un sentido del deber y de la organización propio de los países que sí están desarrollados. Un amigo mío, que trabaja en I+D+i Telefónica, ya me lo decía antes de que le cogieran en su puesto de trabajo: “a ver si me cogen… que pagan muy bien y se hace muy poco”; yo le preguntaba que cómo era eso y me respondía: “aquí, en España, nos limitamos a copiar lo que hacen los del Norte”. ¿Cómo se puede hablar ya de una “Sociedad del Conocimiento” cuando la gente que “investiga” no lo impulsa y la que realmente quiere investigar no obtiene ayudas para ello?. Posiblemente, esas tres o cuatro empresas que “tiran de España”, si sepan buscar a gente con ese espíritu del deber que tan poco abunda.

Todo esto viene ligado a la anterior reflexión que hice sobre la educación: no somos educados en lo que realmente importa, sólo en lo que se puede e interesa o conviene. Quizás, si la sociedad exigiera un poco más de lo que hay ahora, y no nos dejáramos llevar por el “ya se arreglará” del ciudadano medio, podríamos desarrollarnos científicamente y destacar en el plano internacional. Para empezar, deberíamos empezar por el principio, y exigir una reforma educativa que se ajuste a la realidad, es decir, con unos planes de estudios en donde prime, no la formación magistral (el copia-pega clásico), sino una formación que busque la participación del estudiante (lo cual mejorará la calidad de la enseñanza, porque el profesor no tiene por qué conocer “todo”) y la especialización en los temas que realmente interesen a cada individuo (siempre será mejor una investigación hecha desde el deseo que desde la obligación). Por otro lado, deberíamos exigir al gobierno de turno una mayor inversión en nuestro futuro: más ayudas para emprender y más ayudas para investigar, pero estas últimas bajo condiciones de obtener unos resultados, ya que tampoco ayuda invertir sin obtener algo “tangible y suficiente” a cambio.

Si seguimos así a lo más que podemos aspirar es a “seguir copiando a los del Norte”. Dejo un par de enlaces para que sigais investigando:

El coladero de las patentes españolas – El Mundo.es

El papel de la Innovación en el desarrollo de la Economía española – Luis Arturo Rábade

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Reflexión 1 (S.E.M.) – Una educación enferma

Viendo la educación que tenemos en España cuesta creer que esto sea un «logro» de la socialdemocracia. Si bien es cierto que las posibilidades de cursar han dejado ser privilegio de una élite y se ha extendido a toda la población, precisamente, uno de los factores del declive en la calidad educativa ha sido esa misma ventaja: una masificación de la educación. Si bien podemos decir que los estudios (y especialmente los universitarios) son un foro para el cuestionamiento de las ideas preconcebidas y el debate, parece que el sistema educativo actual no logra la génesis para darse tales circunstancias, es decir, conseguir la motivación del alumno a que «investigue» por su cuenta. Lo único que está consiguiendo la educación actual es, más bien, crear una especie de «ejército socio-ideológico», homogéneo (casi uniformado), en donde ya no hay una creación de una identidad propia diferenciada de cada uno individualmente considerado, sino que las diferencias entre todos cada vez son más reducidas. Casi asusta pensar que lo escrito por Aldous Huxley pudiera tener una aplicación real, pero es que tendemos a eso.

Unida a la masificación de la enseñanza hay que añadir los límites económicos a los que está expuesta. Que Estados Unidos tenga la mejor formación universitaria (en líneas generales) de todo el mundo no algo casual, sino fruto de una gran inversión en educación e innovación (I+D+i), que en definitiva es el verdadero futuro de las sociedades. Intentar educar con un cierto nivel de exigencia a 100 alumnos por clase (si no son más) no sólo requiere un coste significativo en recursos económicos (equipos, materiales, etc.), sino también en recursos docentes y humanos, tanto en planes adecuados a tal capacidad como equipos de profesorado que busquen una mayor personalización de la enseñanza en cada uno de los alumnos. Esto es algo que por supuesto en España no se da con mucha frecuencia, y menos si vamos a las instituciones públicas, lo que provoca dos efectos perniciosos de cara a la estabilidad del Estado. Primero, no se generan profesionales adaptados al tiempo que corre, ya que mantener una docencia con tan pocos recursos para tanta gente implica sólo una salida: imponer la educación (el corta-pega intelectual), de tal forma que no evoluciona el pensamiento científico y, si este evoluciona, es interferido por elementos ajenos a la educación, tales como empresas o instituciones privadas que limitan el conocimiento a los ámbitos que están acordes a sus fines propios, lo que conlleva que no avance la sociedad, ni material ni intelectualmente. En segundo lugar, la no personalización de la educación conlleva necesariamente una falta de motivación a la investigación y fracasos educativos, debido a las dudas no resueltas que el alumno pueda tener sobre un tema en concreto y que le generen «lagunas» de conocimiento que le impidan superar las materias (más bien los exámenes, a los cuales me referiré ahora), provocando un coste execrable a las arcas del Estado, que tiene que volver a financiar las matrículas del alumno hasta que supere los estudios.

Por otro lado, reducir la evaluación de todos los conocimientos adquiridos por el alumno a una hora y media de examen es un sistema, no sólo injusto, tanto por el hecho del esfuerzo del alumno como en su posterior calificación subjetiva por el profesor, sino obsoleto, ya que, en una sociedad donde el Conocimiento está a un alcance accesible e inmediato para toda la población, es difícil entender que sea necesario para los profesionales «engullir» las materias aprendidas para reproducirlas en el futuro profesional. De hecho, si algo es común a los profesionales universitarios es que cada uno ha tendido hacia las áreas del conocimiento que le han interesado (bueno, los que pueden…), y la mayoría de conocimientos adquiridos en la carrera resultan inútiles para su aplicación en la vida diaria. Bien es cierto que no quiero afirmar que tenga que desaparecer una base teoría «global», pero debería fomentarse la participación del alumno y su independencia educativa/investigadora, y no someterle a pruebas de nivel inútiles y cuya calificación puede llegar a ser totalmente arbitraria por el profesor.

En definitiva, sólo se requieren dos mejoras, aunque determinantes, en la educación española: uno, la educación debe tratar a los alumnos como personas y no como números, es decir, es necesario entender las inquietudes intelectuales de cada alumno individualmente considerado y facilitar la investigación propia de cada uno, eso sí, sin caer en un individualismo educativo que impida la formación del alumno en el verdadero sentido del ámbito universitario: la construcción de una identidad compartida. Dos, es necesario invertir más recursos en la educación (humanos, materiales y fiscales) y limitar los excesos tanto de profesores (su intolerancia, su injusticia) como de los alumnos. En estos últimos, sería aconsejable establecer una serie de exigencias para poder proseguir con su formación, por ejemplo, la superación de una serie de créditos por año o la presentación de una serie de investigaciones (serias, no trabajitos de diez hojas) por año académico, pero todo ello teniendo en cuenta las circunstancias personales de cada uno.

El Robo Institucionalizado

Un día cualquiera decidí apuntarme a un seminario, con el fin de completar los créditos de libre elección que todavía me quedaban en el tintero lectivo de la carrera. Mucha oferta donde elegir… aunque me decantaría por algo sencillo, donde no hubiera que currar mucho, que ya iba cargadito ese cuatrimestre.

«Seminario de Retransmisiones Deportivas», 1 crédito… 30 euros… Parecía que se ajustaba bastante a lo que buscaba, pese a lo del dinero, que nunca sienta bien… pero no era demasiado… «Realicen el ingreso en el siguiente número de cuenta xxxx-xx-xxxx-xxxxxxxxx», rezaba la web donde te explicaba donde inscribirte… Habría que acercarse al banco.

Nunca me han gustado los bancos, siempre acaban dándote sorpresas desagradables. Mi padre siempre me ha dicho desde pequeño que «son la Institución del robo», y la verdad es que poco se equivoca. Te cobran por todo… aunque no me esperaba lo que me iba a suceder ese mismo día…

Atravesé la primera puerta blindada… «Por favor, deposite los objetos metálicos en los armarios de la entrada». Odio esa voz, y me empiezo a cabrear… «Por favor, deposite los objetos…», nuevamente. Me cabreo, y grito desde el otro lado para que me abran… Finalmente, ven que no tengo cara de atracador de bancos y deciden dejarme pasar, por supuesto a regañadientes.

Me dirijo a la ventanilla.

– «Hola, muy buenas, quisiera hacer una transferencia de mi cuenta a este número de cuenta para el pago de un seminario», digo.
– «Si claro, déjeme su tarjeta y el número de la cuenta de destino», me responde amablemente el banquero.
– «Tome… el número es xxxx-xx-xxxx-xxxxxxxxx. Como concepto ponga ‘pago del seminario’ y mi nombre seguido».

Después de dos minutos de teclas el banquero me dice: «Esta operación tiene un cargo de 1’50 euros, ¿se lo cargo a la cuenta?». Yo, indignado, le respondo: «¿Cómo que un 1’50 euros? ¡Pero si ingresándolo directamente no me cobran!»…

El banquero me pone cara de indiferencia…

Yo, cabreado, le insto a que cancele la operación. «¿Pero no tenía que pagar el seminario?», me comenta Mr. Banks. «Si, claro que lo voy a pagar… pero voy a hacer el ingreso en efectivo… Como comprendera, no voy a regalarles el dinero porque a ustedes les de la gana»…

No debemos permitir esto… Además de dar cantidades ingentes de dinero de las arcas públicas, de nuestros impuestos, para que se «recupere la banca» (un eufemismo que realmente quiere decir «mantener el beneficio y bien hinchados nuestros bolsillos»), no podemos ser tan tontos de permitir que nos roben a los particulares sin defendernos. De estas hacen muchas y la gente las dejan pasar… La suma de nuestra indiferencia implica que los bancos ingresen mucho dinero sin un esfuerzo, es decir, nos roben mucho dinero…

Hoy, más que nunca, los bancos son «Instituciones del Robo»…

Duat (I)

Socariosis: enfermedad que afecta a los humanos infectados por la cepa del virus SOKAR2, descubierto por primera vez por el doctor Azhar Harimmi en Egipto (de ahí su nombre, asociado al dios de la oscuridad de la mitología egipcia). Si bien la enfermedad es controlable mediante la inoculación de cromafitina, se ha demostrado que esta alternativa no es definitiva para acabar con la enfermedad, dejando de ser efectiva, aproximadamente, a los tres meses del inicio del tratamiento. En un estado avanzado, el cuerpo de la persona infectada entra en el denominado Duat (nombre también asociado a la mitología egipcia).

Duat: estadio final del desarrollo infeccioso de la socariosis. Se caracteriza por llevar a un estado de suspensión vital al ser humano mientras permanece en consciencia, imposibilitando al sujeto infectado a realizar cualquier actividad más allá de las del propio mantenimiento de las funciones vitales básicas (respiración, asimilación de nutrientes, circulación sanguínea…), siendo similar a una parálisis. Mediante el suministro de grandes dosis de cromafitina se ha conseguido sacar de este estado a numerosos pacientes, pero recayendo nuevamente tras pocas horas de tal suministro. Lo particular de esta enfermedad reside, no sólo en este síntoma, sino que aquellos que lo han experimentado afirman haber sentido un dolor extremo y generalizado por todo el cuerpo, sin perder la consciencia. Actualmente, se está investigando en nuevas fórmulas farmacéuticas y tratamientos médicos para paliar este estado, pero sin resultados concluyentes.

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Hace unas semanas yo era un tipo corriente, con un trabajo corriente. Levantarme, ir a la comisaría, volver a casa, estar con los niños y dormir. Ahora… ahora soy un monstruo… aunque no me queda más remedio…

Es eso o el Duat… y no quiero volver a pasar por eso…

(Continuará…)

Breve y Triste Historia del Periodismo Moderno

Hace tiempo, mucho tiempo, en una nación lejana, un grupo de  héroes/villanos dio al periodismo lo que necesitaba para expandirse más allá de los círculos intelectuales.

Pensaron (y no mal pensado, en principio) que para que se vendieran más periódicos había que bajar el precio de los periódicos, de tal forma que un obrero pudiera permitirse leer la prensa diariamente. El problema venía una vez planteada la idea: «¿cómo bajamos el precio sin perjudicar a nuestro beneficios?», se preguntaban los directores de los periódicos.

Entonces, como caída del cielo, llegó su salvadora… Vestida de verde y con una S partida en su pecho. Sí, amigos, era la Economía de Mercado, más conocida como Miss Money…

Cuando llegó a las redacciones trajo consigo muchas mejoras. La información cada vez iba creciendo en calidad, ya que disponían de una mayor cantidad de recursos humanos, técnicos y financieros, y todo gracias a ceder un trocito de página a las empresas para promocionarse. En definitiva, todos contentos: los directores de periódico (ahora empresarios) contentos, ya que veían inflar sus bolsillos; las empresas publicitadas contentas, ya que gracias a la publicidad la gente consumía más cantidad de su producto; y los trabajadores, también contentos, ya que trabajaban más cómodamente que antes y manteniendo sus salarios (sino incrementándose).

Sin embargo, nada es eterno, y no mucho más tarde llegarían los problemas. Un buen día Miss Money exigió más espacio en las páginas del periódico, todo ello bajo la amenaza de cortar el grifo sino les obedecían. «Bueno, siempre podemos ampliar el número de páginas», se decían los redactores, porque ya se habían hecho tanto a la presencia de Miss Money que no se veían sin ella. El incremento en el número de páginas, sin embargo, dependería mucho del grado de codicia del director del periódico. Muchos periódicos parecían ya un folleto de ofertas…

Unos años más tarde Miss Money dio su segundo puñetazo y exigió a los periódicos participar en su capital, con la finalidad de asegurar su «flujo publicitario», de tal forma que ya no sólo decidía los ingresos del medio, sino también decidía sobre la información. Ahora publicar información contraria a los objetivos, imagen e intereses de las empresas (contrarias a Miss Money) estaba prohibido, nuevamente bajo amenaza de cortar el grifo si se incumplía esta norma. «¿Pero eso es censura, no?» se preguntaron los redactores. «No, es la línea editorial, y hay que seguirla», se autoconvencían los redactores, «además, siempre podemos publicar otras informaciones para llenar las páginas». Eran ya tan adictos a Miss Money que ya era imposible desengancharse. Por supuesto, los ingresos por publicidad se redujeron, tanto por la «nueva dirección» como por eliminar a la competencia de sus hojas, de tal forma que la solución para obtener beneficios fue «apretarle las tuercas» a los trabajadores: más trabajo por menos dinero. La feliz-fórmula de antaño parecía que ya no funcionaba tan bien…

Machacado a golpes por Miss Money, esta no necesito de un golpe de gracia para acabar con él… Fue él mismo el que se suicidó… Decidió, ahora que Miss Money le controlaba, unirse a otros «salvadores» para intentar mantener la dignidad del periodismo, y formar grupos de medios para poder mantener el nivel de gastos. La jugada, económicamente, salió bien, los beneficios podían mantenerse… pero a costa de un periodismo plural y objetivo… Ahora toda la información la crearían dos o tres «salvadores», homogeneizando la información y atentando al pilar maestro del periodismo: la difusión de una información transparente, no sesgada, y la creación de corrientes de pensamiento crítico con el resto de poderes.

Se puede decir que hoy el periodismo es, sin duda alguna, el puto de Miss Money, manteniéndola erecta por un poco de su dinero. Parece ser, sin embargo, que hoy hay otras vías para mantener vivo un periodismo libre, como Internet… Esperemos que tarde mucho en infectarse…

Tiempos Extraños

7:45 am. Suena el despertador. Intenta, por todos los medios, levantarse cinco minutos más tarde, pero su propia conciencia (más bien, el miedo) le obliga a levantarse para no llegar tarde al trabajo.

Lo de siempre: higiene rápida, café y tostadas, leer el diario que él mismo escribe y correr al autobús, no vaya a ser que lo pierda y reaparezca ese miedo que le levantó por la mañana.

8:53 am. Llega al trabajo, siete minutos antes… tiempo suficiente para preparar las noticias en el ordenador… básicamente, las de la única fuente contratada por el medio (que hay crisis, y hay que ahorrar) y la Wikipedia… no vaya a ser que no entienda alguna cosa… Si el jefe le ve preparado todas las mañanas, piensa él, le tendrá estima y le renovará el contrato, y no volverá a tener miedo al levantarse.

Ocho horas después, sobre las cinco de la tarde, el jefe tiene compasión de él y le deja diez minutos para descansar y echar algo al estómago, que todavía lo tiene vacío… Menú estándar: bebida, patatas y hamburguesa. Siete euros, casi el 2,5% de lo que cobra, pero eso ahora él no lo piensa, el sólo tiene hambre.

Casi sin terminarse las patatas, vuelve a la redacción… El jefe, en tono comprensivo, le comenta que su artículo no se ajusta a la línea del periódico y que hay que revisarlo, además de terminar las otras cinco noticias que le quedan para acabar. Si hay suerte, saldrá a las nueve de la tarde…

21:45 pm. Acaba de salir del trabajo. Está cansado. Declina la oferta de sus amigos, los de toda la vida, para tomar algo. Prefiere cenar, estar un poco con su pareja y acostarse pronto, que mañana tiene que volver a madrugar.

22:30 pm. Cruza la puerta de su casa y le recibe su pareja llorando desconsolada… «¿Qué pasa?», le pregunta él. «Me han despedido del trabajo… Dicen que no doy con el perfil que ellos buscan, que quieren a alguien más activo… ¡¿Pero quién puede ser más activo que yo, trabajando más de diez horas de lunes a lunes?!, le responde entre sollozos.

Desconcertado, él le replica… «Tú, por lo menos, ya no tendrás miedo»…